" ... y que quería hablar acerca de cuan desesperadamente, todos nosotros, necesitamos seguir leyendo. Uno no puede pensar claro ni tampoco bien sin memoria. E importa mucho qué es lo que recuerdas. Si lo que recuerdas es mediocre, no vas a poder pensar. Y si, como nación, dejamos de pensar, bueno, algún día tendremos que cesar de ser una democracia.
De verdad importa leer lo mejor que se ha escrito en la historia,
lo mejor que se ha pensado en la historia. "
( Trad. del autor )
" ... and that I wanted to talk about how desperately we all of us need to keep reading. You can´t think at all clearly or well without memory. And it matters a great deal what you remember. And if what you remember is mediocre stuff, you´re not going to be able to think very well.
And if, as a nation, we stop thinking, well, someday we will have to cease to be a democracy.
It really matters reading the best that has been written ever,
the best that has been thought ever. "
( H. Bloom en entrevista con C. Rose. Transcripción del autor )
Primera parte
1. Me hacía pasar por Peter Fortune
Vivo en Dublín. Era importante que Felicia se enterara. Por eso dejé caer sobre la mesa una tarjeta del hotel donde me hospedo. Ahí ponía clarito el nombre y la dirección: Harcourt Hotel, número sesenta de Harcourt Street, Dublín.
- Queda cerca del parque Stephen´s Green - dije y quizás soné a turista. Pero no soy turista, vivo en Dublín. No importa. - Desde que cumpliste treinta - respondió Felicia - te comportas como piloto de avión - . Sonreímos.
Ahora estoy en el hotel. Es un edificio antiguo que alguna vez perteneció al escritor Bernard Shaw. Afuera una inscripción en la pared pone su nombre. Como nunca he leído a Bernard Shaw evitaré conclusiones apresuradas. Seguro que la profusión de locales nocturnos en su calle es pura coincidencia. ¿ O acaso era un poeta atormentado ? No sé.
Según Jan Assmann, el primer poeta atormentado fue Chacheperreseneb, un egipcio. Sus textos datan del Reino Medio ( 2000 a. C. ). Una de sus lamentaciones termina así. " Ojalá supiera lo que otros no saben, lo que no representa repetición alguna " . Assmann propone que a Chacheperreseneb le atormentaba la tradición. Dice que Chacheperreseneb percibe " la tradición como algo exterior, ajeno y demasiado poderoso y se desespera ante la tarea de afirmar y legitimar su discurso como algo nuevo y propio frente a la tradición " . Assmann añade que el tormento de Chacheperreseneb " ...radica en el aislamiento inherente a la escrituralidad. Solo consigo mismo y con su corazón, el escritor tiene que estrujar su ser más intimo para poder afirmarse frente a la tradición con algo nuevo y propio " [ 1 ] .
Cuando chico, me hacía pasar por Peter Fortune, un personaje del libro En las nubes. Según cómo se mire, era una equivocación. Debía estrujar mi ser más íntimo. Pero bueno, tenía trece años, esa era mi forma de leer. Me involucraba a tal punto que después no distinguía el recuerdo real del literario. Desde que tengo treinta, los distingo. Ahora vivo en Dublín y me hago pasar por Juan Pultz. O sea que pretendo ser quien soy, piloto de avión y así es más fácil.
Escucho ruidos bajo la ventana. Me asomo y, al otro lado de la calle, jóvenes esperan entrar en una discoteca. Aquella muchacha se quita el abrigo y deja su espalda a la vista. Unos tipos le observan con atención. El letrero parpadea en la puerta del local y quizás comprendo a Bernard Shaw. A esta hora en que el espíritu se encuentra dispuesto para escribir una espalda desnuda puede resultar decisiva. Dos horas después, el ágil movimiento de brazos con que la muchacha se deshizo del abrigo permanece en mi memoria. Comprendería que alguien se dedicara a coleccionar imágenes de Dublín al caer la noche. Tal vez fuese el caso de Bernard Shaw, no puedo asegurarlo.
Otra cosa que aprendí de Jan Assmann fue el significado de la palabra griega hypólepsis. Según él " Hypólepsis significa conexión con lo que acaba de decir el orador precedente... " . O sea
que " ...la hypólepsis designa el principio de no comenzar de nuevo, sino de enlazar con lo precedente mediante una recepción conectiva e incorporarse al proceso de comunicación en curso " [ 2 ] . Pienso que es una buena manera de explicar cómo me gustaría relacionarme con la tradición. En vez de negarla me gustaría conocerla. Pero no busco preservarla sino proseguirla. Lo mismo cuando converso con Felicia. Primero la escucho y después contesto, nuestras palabras no compiten, se suceden.
En cualquier caso, parece que no me asusta la tradición. Quizás porque no soy un poeta atormentado. Sólo vivo en Dublín, Y la vereda de Harcourt Street está vacía. Apagaron el letrero en la puerta del local. Desde aquí, sólo escucho el bajo de una canción disco que llega distorsionado. Mañana tengo que volar a Londres.
2. Habíamos dado la hora
La segunda vez que nos reunimos en el bar The Hairy Lemon de Dublín Felicia llega en moto. Adentro nos acomodamos en tres sillas. Felicia, su casco y yo. Debido a su escasa estatura, el casco no sobrepasa la mesa. Sin embargo está ahí, sentado con nosotros, es un casco amarillo.
- Vivo en Dublín - afirmo. - Y eres piloto comercial - agrega ella. - Exacto - respondo.
Felicia sospecha que me estoy haciendo pasar por un personaje pero no sabe de cuál libro. No recuerda ninguna novela cuyo protagonista sea piloto de avión. No obstante, sí leyó la última novela del escritor Alejandro Zambra y yo también. Tras una breve discusión, acordamos que nos gusta.
- El gato en la portada - dice Felicia - me recuerda Instinto versus razón, un ensayo de Edgar Allan Poe. En ese ensayo, Poe dice que el límite entre instinto y razón es difuso. Que no está claro dónde comienza uno y acaba la otra. Pero cuando parece que Poe va a desarrollar su argumento el ensayo se convierte en un relato. O, debería decir, una imagen. La del señor Poe sentado en su cocina. Allí hay una gata negra que sabe abrir la puerta a pesar del picaporte de pulgar ( El picaporte de pulgar es un botón que tienen algunas manillas para abrir la puerta ) De modo que la gata se ve forzada a realizar una maniobra. Su salto ha de ser preciso. Debe apretar el picaporte y mover la manilla empujándola, al mismo tiempo, con las patas traseras. Así, entiende la gata, abrirá esa puerta. Y, para sorpresa del señor Poe, tras un montón de intentos, lo consigue. A juicio del escritor, esto prueba que la gata negra razona. " ...al hacer lo que hacía, debe de haber hecho uso de todas las facultades perceptivas y reflexivas que habitualmente suponemos que son sólo cualidades propias de la razón " [ 3 ] concluye Poe - .
Claro que sí, Felicia Dior es lo máximo. Por eso tolero que su casco se siente en una silla para personas. Porque de vez en cuando hace comentarios así. Además fuimos compañeros de liceo.
Teníamos catorce años y jugábamos a ser escritores. Felicia, sin apoyar los codos sobre la mesa, decía que era Agatha Christie. Ignoro de dónde había sacado Felicia que Agatha Christie no apoyaba los codos sobre la mesa al escribir. Según ella, y fue enfática al respecto, así se escriben los libros de misterio. Por mi parte, mordía una ramita de boldo. Era mi cigarro. Exhalaba humo invisible y decía que era Paul Auster. Tampoco sé de dónde había sacado yo que Paul Auster fumaba.
Apenas oían el timbre los compañeros escapaban a recreo. Entonces, cuando ya no había nadie en la sala, Felicia y yo regresábamos a nuestros bancos. Ella sin apoyar los codos sobre la mesa y yo con mi ramita humeante. Cada tanto nos mirábamos pensativos. Imaginábamos que los libros importantes se escribían así, con cara seria, de científico. Aún no comprendíamos que " ...es la naturaleza de la verdad, en general, como de algunos materiales, ser más ricos cuanto más superficiales... " [ 4 ] . Que reflexionar no es hacer gestos. Tal vez por eso cuando se terminaba el recreo nuestras hojas seguían en blanco. Los compañeros volvían a sus asientos y tras un breve bullicio comenzaba la clase.
Un año más tarde yo quería ser piloto de avión así que salía al patio a mirar el cielo. Pero Felicia no, ella se quedaba en su banco. Conforme crecía, jugaba a ser Adelaide Crapsey o Sara Teasdale. Salió del liceo, fue a la universidad, pero todavía jugaba. En esa época se hacía pasar por Clarice Lispector. Le faltaba estrujar su ser más íntimo. Aún no sabía cómo descorrer el picaporte de pulgar. Así que una y otra vez, como la gata de Poe, Felicia se lanzó hacia esa puerta. Hasta que un día, once años más tarde, lo consiguió. Su primer libro fue un acierto indiscutible. Me refiero a la novela Habíamos dado la hora.
Felicia acaba de volver del baño. Se sienta junto al casco y retomamos la conversación donde quedó en una especie de hypolepsis tácita. Funciona porque ambos recordamos de qué estábamos hablando. El arco de Ctesifonte. Un monumento persa hecho de ladrillos que queda en Irak. - Lo miré en Google - dice Felicia. - El arco, o más bien la bóveda de Ctesifonte, se construyó durante el imperio bizantino - . - Eso no es muy acotado - pienso. Pero resulta que el monumento es difícil de fechar. Varios reyes se adjudican la autoría entre los siglos cuarto y séptimo después de Cristo. O sea que hay un generoso margen de duda.
De nuevo estoy en el hotel. Es confortable. No se escucha lo que pasa en las otras piezas. Tampoco me han reprochado el olor a tabaco. Cuando la encargada de limpieza me pregunta si he fumado aquí dentro le respondo que no. Al principio me creía pero han pasado seis meses. Las cortinas ya no huelen igual que cuando llegué, eso es evidente. Creo que hablaré con la administradora. Tal vez le ofrezca algún dinero para compensar el daño. Bastaría con repintar y poner cortinas nuevas. No quiero que se enoje conmigo. Además ya me acostumbré a esta ventana. Da a Harcourt Street.
Al frente hay un edificio de cinco pisos y, junto a él, un árbol. Frondoso y verde, regenta la entrada de un jardín. Más cerca, en la vereda, un cartel prohíbe algo. Apenas distingo el círculo rojo y tachado. Ahora se estacionó un auto gris. A media altura, en el poste de un farol, cuelgan canastas con flores.
3. Cerrado porque es de noche
Lo importante es vivir en Dublín aunque sea de día. Participo en la rutina de las calles ajetreadas y eso es nuevo para mí. No quiero entrar en los locales abiertos pero podría. Me gusta tener la opción de entrar en los locales. Qué frecuentes se habían vuelto las visitas nocturnas a la librería Dubray. Cuántas veces me encontré allí, en el número treinta y seis de Grafton Street, frente a la puerta cerrada. Tenía que conformarme con examinar las cubiertas de los libros a través del ventanal. Investigaba títulos, autores y editoriales. Me fijaba en la tipografía y el diseño. Incluso la selección de obras en vitrina se prestaba a conclusiones.
Doblo la esquina y apuro el paso por Grafton Street. La librería Dubray está abierta. Acaba de salir una mujer. En un instante cubro los metros que me separan de la puerta pero no entro. Me quedo ahí, bajo el pórtico azul, indeciso. Seguro que mi interés por la literatura resulta sospechoso. Al fin y al cabo soy Juan Pultz, piloto de avión. ¿ No debería visitar museos de aeronáutica o sitios por el estilo ? Se va a notar que me gusta Felicia. Entonces la veo tras el escritorio. Distingo su pelo rubio y sus ojos concentrados en la pantalla. - Esa mujer es increíble - pienso y me alejo del ventanal para que no me reconozca.
Cruzo la calle en dirección al Trinity College y ahora sí que sueno a turista. Si fuera dublinés conocería la Biblioteca Antigua desde los trece años igual que todos mis compañeros de liceo. La profesora jefe nos habría llevado a ver el Libro de Kells. Como es lógico, no iría a la universidad a menos que tuviese un motivo. Además crucé la calle como haría un extranjero. Los dublineses prefieren la vereda alumbrada por el sol. Así que al llegar a Duke Street corrijo mis errores de santiaguino. Regreso a la vereda soleada y decido seguir cualquier rumbo con tal de que no me lleve al Trinity College.
Un segundo giro a la derecha y estoy de vuelta en el parque Stephen´s Green. Sentado frente a la laguna obvio que pienso en Felicia. Ahora se obsesionó con los relatos campestres. Anoche me envió por correo un cuento del chileno Wally Gonzales. Empezaba así:
" Tarda el tractor. Desde lejos se escucha. Tanto demora que dudo ¿ Estará detenido ? No sé. Al rato aparece entre los cactus. Son Guardo y Jotajota. Guardo maneja y Jotajota viene atrás, en el coloso, montado sobre unas varas de eucaliptus. Estacionan frente a los postes y el mecanismo del freno de mano hace un sonido rústico al engancharse. - ¡ Ya ! - grita Guardo y apaga el tractor. Falta poco para terminar el cerco " [ 5 ] .
Me gustó. Vivir en Dublín y soñar con el campo tiene sentido. Lo raro ( de turista ) sería soñar con Dublín. No necesito imaginar los patos que tengo delante. Están ahí. Si alguien les ofrece una migaja ellos se acercan a recibirla. Por el contrario, a los tipos que llegan en el tractor, como no los veo, tengo que imaginarlos. Supongo que a Felicia le pasa lo mismo. Sus fantasías la llevan al sur de Chile. Para ser exactos, a la isla de su abuelo Patrick donde vacacionaba cuando chica. Allí había dos tipos parecidos a Guardo y Jotajota, encargados de la huerta y los corrales. Lo sé porque Felicia me contó que llegaba marzo y no quería volver al liceo.
Pero basta de Felicia y sus relatos campestres. Tengo buenas noticias. Me cambiaron de pieza. Los asistentes de Boris Johnson, primer ministro británico, coparon el tercer piso. Así que la administradora reubicó a algunos huéspedes. A mí me tocó la suite Reina María. Cuenta con un dormitorio principal, uno de servicio, dos baños, salita, comedor y cocina. Al entrar conté quince ventanas. Supongo que tardaré en acostumbrarme.
Mientras tanto me instalé en el dormitorio de servicio. Para no impregnar de nicotina las alfombras del rey Jorge V. Ya le debo una disculpa a la administradora por fumar en la otra pieza. No quise decírselo cuando llegué porque la vi nerviosa, el recibidor estaba repleto de periodistas.
4. ¿ Qué podría romperse ?
A diferencia de Felicia yo era bueno con los números. Hace años que no juego a ser escritor. Seguro que olvidé las reglas. Sin embargo, insisto en sentarme cada noche frente al computador portátil. No es que yo escriba, más bien, tomo apuntes sobre literatura para impresionar a Felicia. Suena feo pero eso es lo que hago. Pienso que mis probabilidades de seducirla aumentarían si supiera quién es Karl Kraus. Por ejemplo, si pudiese citar de memoria " El arte sirve para limpiarnos los ojos " [ 6 ] tal vez llamaría su atención. Vale la pena intentarlo. Además Latam financia mis ratos libres.
Anoche perdí casi dos horas en Internet pero encontré lo que buscaba. Material inédito de un escritor desconocido. Por nueve dólares americanos compré cuarenta y seis trozos de papel pertenecientes al poeta chileno Federíquez ( 1965 - 2005 ). En cada trozo hay un fragmento de poema escogido por él. Son sus autores favoritos. Estaban pegados en la pared de su oficina el día que murió. Incluye versos de Neruda, Teillier, entre otros. Confío en que van a llegar intactos. No se me ocurre qué podría romperse en un pedazo de papel escrito con lápiz pasta.
Dos días después, acabo de entrar en la suite Reina María. Dejo el paquete en la mesa y busco un cuchillo. Adentro vienen tiras de papel empolvado y amarillento. Parece que en la oficina del poeta Federíquez había una política de tolerancia hacia la mugre. Entre sus papeles descubro siete polillas muertas, un cigarro a la mitad y dos tapas de bebida. Pero me importan los versos. Por varias razones. La primera es la selección. El poeta Federíquez leyó mucha poesía antes de elegir sus fragmentos favoritos. Ese es un trabajo que ya está hecho. Segunda razón, los autores escogidos. No basta cultivarse un gusto literario coherente, tiene que ser auténtico. Debe llevar la impronta de un carácter y yo no tengo mucho. Tampoco me agrada estudiar. La tercera razón es el contenido de los versos. Felicia podría discutir el rol de la naturaleza en El mendigo de Cumberland. Entonces sería oportuno saber que se refiere a un poema de William Wordsworth. Eso me permitiría guardar un tranquilo silencio y luego contestar " Y déjalo, "dónde" y "cuando" él quiera, sentarse bajo los árboles " [ 7 ] .
Así que voy a hacerme pasar por el poeta Federíquez. Usurparé sus inclinaciones literarias y se volverán las mías. Desde ahora en adelante, no más Juan Pultz, piloto de avión, ahora soy Federíquez.
Pongo los papeles sobre la mesa y leo el primero. " Nada se pierde con vivir, ensaya; aquí tienes un cuerpo a tu medida " [ 8 ] . Abajo dice - Enrique Lihn - . Empiezo por averiguar quién es.
" Nació y murió en Santiago de Chile, poeta ante todo ", suficiente. Los versos provienen de un poema que se llama Monólogo del padre con su hijo de meses. Lo leo. - ¿ Qué dice ? - .
El primer verso no produce mayores dificultades. Un padre se dirige a su hijo de meses. Le dice que aprender a vivir vale la pena. El segundo verso, sin embargo, podría ocultar un secreto. Lo del " cuerpo a tu medida " me llama la atención. " A tu medida " significa " adecuado para ti ". Se sobre entiende que tú no eres tu cuerpo. ¿ Qué eres, entonces ? ¿ Ser, alma ? ¿ Eres aquello en lo que puedes convertirte ? A lo mejor. Evitaré empantanarme en especulaciones porque aquí importa la imagen: un niño de meses que no sólo es pequeño por fuera. Repito. Él es pequeño, su cuerpo le queda justo.
Dejo el papel a un lado. Más vale - pienso - que Felicia me hable pronto del poeta Enrique Lihn. Antes que se me olvide eso de la estatura invisible. Entonces advierto una incoherencia. Supongo que un poeta no tendría una noción tan utilitaria del saber. El lector cosmonauta aprende por gusto y no sé cómo resolver ese problema. Hacerme pasar por poeta resultó más difícil de lo que esperaba.
Puesto a no ser Federíquez tampoco soy Juan Pultz. Ya es hora de hacerme pasar por mí mismo, Isaías Palacios, persona, sólo para equilibrar un poco. No hace falta ocultarse todo el tiempo. Finalmente ¿ qué problema hay en existir ? Digamos que ayer cumplí noventa. No es que los haya cumplido, de hecho tengo treinta y tres pero digámoslo igual. ¿ Me respetarías más, lector, si fuese viejo ? Tal vez. Pero, además de no tener noventa años tampoco soy un Esnob del Conocimiento. Mucho menos un copión. Me gusta leer, eso es todo. Ni siquiera sé quién es Felicia. De una cosa, sin embargo, estoy seguro: vivo en Dublín, por supuesto.
Bibliografía Primera Parte
1 [ Assmann, Jan, Historia y mito en el mundo antiguo, 2011, Gredos, Madrid, 92 - 94 ]
2 [ Óp. Cit., 254 ]
3 [ Poe, Edgar Allan, Ensayos, 2006, Claridad, Buenos Aires, 160 ]
4 [ Óp. Cit., 246 ]
5 [ González, Wally, Relatos del antiguo Cuncumén, 1924, Edición independiente, Melipilla, 04 ]
6 [ Kraus, Karl, Dichos y contradichos, 2003, Minúscula, Barcelona, 91 ]
7 [ Wordsworth, William, La abadía de Tintern, 2012, Lumen, Barcelona, 69 ]
8 [ Lihn, Enrique, Álbum de toda especie de poemas, 2018, Lumen, Santiago, 26 ]
Segunda Parte
5. Razón, razón, razón...
Isaías Palacios es un nombre raro, de turista - pienso al entrar en la verdulería - . Nadie se llama realmente Isaías Palacios. Ni siquiera yo, que me llamo así, lo encuentro creíble. A veces sospecho que me estoy haciendo pasar por un personaje literario. - Tierra de hombres - recuerdo de pronto. En ese libro el protagonista es una persona y además un piloto de avión. Enseguida advierto las dificultades que supondría hacerme pasar por Antoine de Saint - Exupéry. Prefiero no intentarlo.
Así que un rato después todavía soy Isaías Palacios, el pololo de Felicia. Vivimos juntos en su departamento de Anne´s Lane. Comparado, por ejemplo, con mi amigo Murmik ¿ de qué podría quejarme ? A Murmik todo le sale pésimo y lo lamento porque es un gran tipo. Ayer hablamos por teléfono. Me contó sus penas de amor, salud y trabajo. Murmik reprueba en las tres áreas de la vida con una soltura impresionante. Su esposa lo manda a dormir al garaje y él accede gustoso. Contrae una enfermedad catastrófica y su voz no tiembla al reconocerlo. Luego lo echan del trabajo y sobrevive sin pedir un peso prestado. No insinúo que perder sea un valor en sí mismo pero Murmik lo hace bien. Hay, sin embargo, algunos factores que influyen.
Primero. Murmik es millonario. En consecuencia, cuando Murmik dice " garaje " se refiere a un apartamento subterráneo cuyos ventanales miran al hangar donde guarda sus autos. Segundo. Murmik es un romántico y morirse le da igual. Créanme. En ese sentido, Murmik me recuerda al protagonista de Tierra de hombres. Él tampoco pretende extraer prestigio de su escritura
" ... pues es también audacia el trepar hasta las últimas ramas de un plátano y ello simplemente para controlar si la nidada de pájaros crece sin tropiezos y para saludar a los amigos " [ 1 ] .
Nos conocimos en la Escuela de Pilotos de Avión. Al principio, su desinterés por la aeronáutica me parecía sospechoso. No entendía para qué se molestaba en ir a clases. Hasta que una tarde mientras fumábamos en el pasillo lo descubrí. Era poeta atormentado. Y se hacía pasar por piloto para que nadie lo supiera.
Por aquél entonces las cosas ya le salían bastante mal. Su fracaso en el amor y los estudios era contundente. Según yo, en un hombre generoso y culto como Murmik, esto resultaba de lo más extraño. Y enterarme, tiempo después, de su riqueza sólo agravó mi curiosidad. Simplemente no tenía sentido. Todavía pienso que la mala suerte de Murmik es un misterio interesante. Felicia, sin embargo, discrepa. A ella no le agrada Murmik. Por eso evito que venga a comer al departamento.
- Te llamó Murmik - dice Felicia. Dejo las bolsas sobre el mesón y le doy un beso en la frente.
- ¿ Y qué quería ? - pregunto mientras me lleno la nariz con el olor de su champú. - No sé, hablar contigo - . Felicia quita una pelusa de mi chaleco y empieza a desempacar las verduras. - Me gusta el sonido que hacen las bolsas de papel - agrega. - Mucho mejor que las de plástico - . Sigo el movimiento de sus manos entre la albahaca y los tomates. Un sol invernal ilumina sus dedos que ahora sostienen una mata de apio con arácnida firmeza. - ¿ Almorcemos en la terraza ? - pregunta sin levantar la vista. - Ya - contesto. Sabe que la estoy mirando. No obstante, su forma de pretender que lo ignora es verosímil. Al menos, consigue dejarme con la duda.
Después de almuerzo, Felicia va a la librería. - Chao mi amor - grita desde la puerta. - Chao - contesto - linda - . Entonces le devuelvo el llamado a Murmik. Pero él no quiere hablar de sus problemas y yo tampoco. En parte, porque mi mayor problema es su enfermedad y no sé cómo explicárselo. - Tú también te estás muriendo - añade Murmik tras una pausa, como si escuchara mis reflexiones. - Sí - respondo - pero más despacio - . No sonreímos.
Muchas veces he querido decirle a Murmik que sea más canalla. Que no se puede sobrevivir en el mundo sin una pequeña dosis de crueldad y cinismo. Sí, lo reconozco, he ansiado decirle que mande a su esposa al carajo de una buena vez. Hace años que lo insulta y le roba, ya basta. También he imaginado que le digo - Murmik, deja de estresarte en el liceo. El coordinador es un pelmazo y tú no necesitas trabajar - . Pero me ha faltado el coraje para hacerlo. Quizás qué tipo de egoísmo me lo impide. Vivo en Dublín. Y no me gustaría que Murmik fuera más malo. Es mi amigo y lo quiero así. Tampoco soy quién para juzgar su matrimonio. En las relaciones de amor hay un sinfín de circunstancias que sólo ellos, los amantes, consideran. Seguro que desconozco los detalles. Además, el cardiólogo me aconsejó preocuparme de mis asuntos.
Lo mismo con respecto al liceo. Murmik trabaja porque le gusta echarle bromas a los niños. Él es un poeta atormentado que se ríe y, obviamente, los rumores del coordinador le causan gracia. Créanme, conozco a Murmik. Él me dijo que leyera a Jan Assmann. Y también me recomendó que no se lo contara a nadie.
Esa tarde no pinto una sola línea. Me siento un cobarde. - ¿ Por qué no le dije a Murmik lo que pienso ? - . La pregunta exige contestación. Me parece importante determinar si yo, Isaías Palacios, piloto residente en Dublín, comprometido, soy ( o no ) un hipócrita. Veamos. ¿ Estuvo bien callarse ante el riesgo confirmado de sonar impertinente ? Sí, por supuesto. Si pintase un retrato de la verdad dejaría un espacio en blanco. Con ello representaría aquél vasto conjunto de materias en las que interesa suspender el juicio. Desde luego que pintaría colores, certezas a medias, nociones aproximadas de la vida. Pero la parte blanca correspondería a aquello que es mejor no saber. Una zona donde, en consecuencia, también es preferible no actuar. De ese modo hilvano la excusa que aprueba mi actitud hacia Murmik.
Entonces, y por tercera vez en el día, recuerdo al protagonista de Tierra de hombres. No puedo evitarlo. Aunque sea por un párrafo, dejo de ser Isaías Palacios, artista a ratos libres, para convertirme en Antoine de Saint - Exupéry. Ilustre corresponsal de avión. Y le digo al mundo entero, con su voz que nunca he oído " Sí, tenéis razón, tenéis todos razón. La lógica lo demuestra todo. [ ... ] Se puede alinear a los hombres en hombres de derecha y hombres de izquierda, en jorobados y no jorobados... [ ... ] Pero la verdad, vosotros lo sabéis, es lo que simplifica el mundo y no lo que crea el caos. La verdad es el lenguaje que se desprende de lo universal. Newton no ha descubierto una ley largo tiempo disimulada a la manera de una adivinanza. Newton ha efectuado una operación creadora. Ha fundado un lenguaje de hombre que pudiese expresar a la vez la caída de una manzana en un prado o la ascensión del sol; la verdad no es lo que demuestra, es lo que simplifica. ¡ Para qué discutir las ideologías ! Si todas se demuestran, todas también se oponen... " [ 2 ] . No cabe duda. Eso es lo que le digo al mundo, hoy, diez de agosto cuando son las once veinte. Y apago la luz. Felicia duerme a mi lado.
6. En ocasiones no le hace falta mucho
Es difícil ser piloto de avión. Sobre todo si te gusta dibujar en tus ratos libres. De inmediato resultas sospechoso. Felicia, por el contrario, ignora ese sentimiento. En la universidad se rodeaba de letrados como ella. No tenía que fingir interés por la aerodinámica mientras se pellizcaba el acrílico seco entre los dedos. O leer versos por debajo de la mesa, como hacía Murmik. Y recuerdo, ya que estamos, un caso más curioso aún. El de Cepeda. Cepeda se sentaba entre Murmik y yo de modo que nuestras conversaciones solían involucrarle. Llegamos a conocerle bien. Lo curioso es que él estudiaba los apuntes de la clase a escondidas. Dejaba un cuaderno cerrado encima de la mesa para hacerse pasar por un pésimo estudiante. Pero anotaba todo lo que decía el profesor en una libreta sobre sus piernas. Si bien nunca habíamos visto algo semejante, no nos burlamos de él. Tampoco nos sorprendió que se graduara con honores.
Cuando Felicia vuelve del trabajo ya está lista la comida. Tiene sus ventajas llamarse Isaías Palacios. Una de ellas es que sé cocinar. Así que comemos ravioles y Felicia recita a Shakespeare.
" Los que tienen poder de dañar y no lo hacen,
Que no ejercitan eso que presentan al máximo,
Quienes, a otros moviendo, son ellos como piedra,
Inamovibles, fríos y lentos de tentar:
Ésos heredan gracias del cielo justamente
Y ahorran a riquezas de natura el derroche;
Ésos son los señores y dueños de sus rostros,
Otros los mayordomos no más de su excelencia... " [ 3 ]
Cuando acaba, le pido que lo recite de nuevo. Sólo para duplicar las posibilidades de acordarme. Al fin y al cabo, es Felicia leyendo un soneto de Shakespeare. Y no lo digo porque viva en Dublín de la Sabiduría. Al revés. Hay que apreciar esos instantes. Por más simples que parezcan. En este caso, apenas somos una pareja que disfruta su comida tras un día de trabajo. Nadie haría un documental sobre nosotros. Felicia no está a punto de confesarme que tiene un amorío con el carnicero. Yo tampoco soy un traficante de cocaína que oculta millones bajo el parqué. Ni siquiera los ravioles están en su punto. Además, escasea el tema de conversación porque ya es tarde y queremos dormir. Pero nos amamos y eso hace la diferencia. Así que comemos en silencio y después Felicia recita a Shakespeare.
¿ Cómo ? No podría describirlo. O sea, claro, un foco alumbra la cara de Felicia desde el techo. Pero ¿ de qué color exacto es su mejilla ? Yo no sé. Felicia sostiene el libro con ambas manos, una en cada cubierta, de manera que sólo sus dedos pulgares tocan las páginas. Sin embargo, al vocalizar las palabras sus labios contorsionan de una forma indescriptible. Y algo parecido ocurre con su nariz. ¿ Cómo es que se infla en perfecta sincronía con su pecho antes de comenzar los versos ? ¿ Cuánto aire se requiere para emocionar ? Seguro que alguien lo sabe. Entonces Felicia deja de leer pero mantiene la espalda erguida y el ademán jubiloso. Al amor, en ocasiones, no le hace falta mucho.
7. Por otro lado, Felicia
- Está enfermo - . - ¿ De qué ? - pregunta Felicia. - Mal de Montano - digo.
En este momento, Felicia Dior es lo máximo por varias razones. Uno. Porque no necesité explicarle lo que es el Mal de Montano. Dos. Porque puede simpatizar con alguien que no le agrada y de paso comprender mi inquietud. Tres. Porque no sólo simpatiza con la enfermedad de Murmik. Le afecta y su reacción es verdadera. - Yo tuve Mal de Montano - añade Felicia y las palabras salen de su boca mezcladas con humo. - Si sé - contesto. Felicia se levanta del sillón, abre el ventanal y antes de cerrarlo, agrega - Deberías decirle a Murmik que venga - . ( Cuatro ) .
Así que Felicia Dior es lo máximo por cuatro razones más. A estas alturas, comienzo a preguntarme por qué soy su pololo. ¿ Sabrá algo de mí que desconozco ? Según yo, no soy nada del otro mundo. Y ella, por el contrario, ella sí. Quizás es un caso de información privilegiada. Tal vez ella está al tanto de noticias sobre mí que yo ignoro. Seguro que hay alguna razón oculta. Más que mal, me llamo Isaías Palacios y vivo en Dublín. Persona y piloto de avión que dibuja en sus ratos libres. Treinta y tres años, amigo de Joseph Murmik para equilibrar un poco.
Por otro lado, Felicia. Treinta años, rubia, bajita. Estudió Letras y trabaja en la librería Dubray. Su casco es amarillo, cito, " para que no me miren el poto " . Ayayay Felicia. Según ella, desde que usa el casco amarillo, los conductores se fijan en otras cosas. Puede ser.
Obviamente, cuando dije que no conocía a Felicia era verdad. La primera vez que nos reunimos en el Old Shatterhand Saloon fue una semana más tarde.
- ¿ Has leído a William Faulkner ? - preguntó. Al principio me desconcertó el saludo. Luego comprendí que era su forma de acercarse a los extraños. Les hablaba de cualquier cosa para evitarse cortesías introductorias. - No - respondí, porque no lo había leído - . - Ah - y sin darme a entender que repetía de memoria, añadió - " Era un maestro del esnobismo a la inversa. Deploraba la radio, el teléfono y no tenía televisión. Durante años manejó un antiguo convertible con los paneles del suelo oxidados. Las cosas no paraban de caer: libros, poleras, juguetes, anzuelos, trajes de baño. Cuando tuvo dinero, compró cosas finas. A su familia la cuidó bien. Era intensamente leal a quienes quería " [ 4 ] .
Me reprochaba en silencio no haber hojeado a Faulkner cuando alguien, atrás mío, quebró un triángulo de bolas. - ¿ Tienes trabajo ? - preguntó Felicia antes de que pudiera volverme a mirar al jugador. - Sí. Soy piloto de Qantas - dije. - Mira tú, qué coincidencia. Faulkner - y tampoco adiviné que era una cita - " ... escribió ( y contó ) relatos monumentales acerca de haber sido piloto y soldado. A veces, tienes que mentir para decir la verdad. Cuando, con veintiuno, regresó a casa desde Canadá tras la Primera Guerra, vestía por su pueblo el uniforme de un oficial británico ( ... ) Fingía una cojera y aseguraba tener una placa metálica en la cabeza producto de un accidente aéreo. La verdad era que no había completado el entrenamiento ni salido nunca de Canadá " [ 5 ] .
Sin embargo, yo no me estaba haciendo pasar por el escritor William Faulkner. Sólo vivía en Dublín. Los viernes jugaba pool en el Old Shatterhand. Ni siquiera tenía auto.
Al menos estamos de acuerdo. No existe ninguna relación causa - efecto entre la ciudad de Dublín y el esnobismo. Alguien puede ser esnob y no vivir en Dublín. O vivir en Dublín y no serlo. Incluso hay personas sencillas que viven, por ejemplo, en París. Los Esnobs de la Prosopopeya que viven en Dublín sólo confirman esta teoría. A saber, que en Dublín hay de todo. En ese sentido, Dublín se asemeja a cualquier ciudad del mundo. Yo nunca había estado hasta que vine...
Una mañana de Septiembre, descendíamos entre las nubes. El zumbido de los motores acelerados se colaba en la cabina. Por suerte, había consistencia en nuestro ir de allá para acá. Era un zarandeo bajo control. Primero un ala, después la otra. Adelante, el " piloto " maniobraba los metros. De pronto, la ventana se iluminó y vi una isla. Un amistoso prado verde en mitad del océano. Recortaba sus orillas una extensa línea blanca. Las olas reventaban contra los acantilados y admitían, de esa forma, un hecho menos pintoresco. Una lucha que ahí abajo era cuestión de cada día. El mar contra la tierra. La tierra contra el mar. El viento.
[ 4 ] . " He was a master of reverse snobbery. He deplored the radio and telephone and did not own a television. For years he drove an ancient convertible with rusted floorboards. Things kept falling down: books, shirts, toys, fishhooks, swimming suits. When he had money, he bought fine things. He took good care of his family. He was intensely loyal to those he loved " . Trad. del autor.
[ 5 ] . " He wrote and told monumental tales of being a pilot and a warrior. Sometimes, you have to lie to tell the truth. When, at 21, he came home from Canada after World War I, he wore around town the uniform of a British officer ( ... ) He affected a limp and claimed to have a silver plate in his head from a plane crash. The truth was he had not completed flight training and have never left Canada " . Trad. del autor.
8. Nos visita Murmik
Planificamos la velada con antelación. Para empezar, escondo los libros del comedor en el lavadero. Son tres. Lowry and the painting of modern life, Bob Dylan: Letras y Crónica del automóvil. Mientras los quito, recuerdo la conversación que tuvimos Felicia y yo antes de ponerlos. Escogimos de la forma más simple: un libro nuestro, uno suyo y otro mío. Nos pareció justo hacerlo así.
Los libros de postres permanecen en su sitio. Y para tapar la biblioteca uso un pareo negro sujeto con cuatro chinches. Incluso guardo los manuales de jardinería en un cajón. Quince minutos después, Felicia termina de amasar los ñoquis y nos encontramos en el pasillo. - Estamos listos - dice. - Gracias - contesto.
La enfermedad de Murmik es catastrófica pero curable. Se llama Mal de Montano y fue descrita por el barcelonés Enrique Vila - Matas. Consiste en estar " lleno de literatura " . Uno de sus síntomas son, por ejemplo, " hablar en libro " . La tendencia recurrente a citar obras literarias también se considera un síntoma del Mal de Montano. En su libro, el piloto Enrique Vila - Matas lo explica detalladamente. Incluso ofrece una solución. La clave, según Felicia, está en hacerse pasar por un escritor sano. Se refiere, por supuesto, a uno que no padezca esa enfermedad.
Sin embargo, el caso de Murmik es grave. Lleva años enfermo y cada día lee más. Durante la cena sería óptimo no hablar de libros. Así que Felicia y yo practicamos algunos diálogos. Enseguida notamos cuánto nos cuesta evitar el tema. Tras intentarlo un par de veces comprendemos que no se puede predecir el rumbo de una conversación. No hay cómo anticiparse a los caprichos del pensamiento. - Lo que sí podemos hacer - propone Felicia - es boicotear la hipolepsis - . Ella comprende que acaba de sonar a turista, no hace falta reprochárselo. Por eso añade en otro tono - Cambiar el tema cuando surja - . - Sí - contesto - hagamos eso - .
Desde el punto de vista médico, la cena es un fracaso. Murmik tarda cinco minutos en descubrir nuestro plan y uno en desbaratarlo. - Amigo - me dice - no te molestes. Yo no tengo vuelta. También leí El Mal de Montano y " Creo que las enfermedades son llaves que nos pueden abrir ciertas puertas. Hay un estado de buena salud que no nos permite comprenderlo todo ( ... ) Nunca he encontrado a uno de esos que se jactan de no haber estado nunca enfermos que no sea por algún lado un poco tonto; como esos que se envanecen de nunca haber viajado " [ 6 ] - .
Felicia reconoce la cita. Proviene del libro de Vila - Matas pero su autor es André Gidé. Entonces ya no puede resistirse. " La estupidez no es mi fuerte " contesta, haciéndose pasar por Paul Valéry. Y se largan a reír. Hablaron de libros toda la noche.
Bibliografía Segunda Parte
1 [ de Saint - Exupéry, Antoine, Tierra de hombres, 1984, Troquel, Buenos Aires, 64 ]
2 [ Óp. Cit., 150 ]
3 [ Shakespeare, William, Obras Completas. III. Comedias sombrías. Dramas romancescos. Poemas, 2008, Editorial Losada, Buenos Aires, 985 ]
4 [ Morris, Willie, Faulkner´s Mississippi, Marzo 1989, National Geographic Magazine, Washington D. C. , 319 ]
5 [ Ibíd. ]
6 [ Vila - Matas, Enrique, El Mal de Montano, 2014, Debolsillo, Buenos Aires, 106 ]
Extraído de Los cuentos de J. M. Murmik ( Inédito ).
G. del Sol S., 2019.
Derechos reservados.
Nosecuenta.